S H E R L O C K G Ó M E Z
Para ti. Tú que fuiste un espejo para mí,
que lograste sentirme diferente, sentirme yo.
La lectura de un buen libro es un diálogo incesante en que el libro habla y el alma contesta.- André Maurois
— ¿Supieron que Danna ya es novia del
chico? — preguntó con emoción en el rostro y en sus palabras, Josh.
Comentaba como si fuera la noticia del
año. Danna había formalizado su relación con el chico de dos grados mayor a
nosotros. Pero el impacto de la noticia no era esa, sino de la forma en la que
ellos se habían conocido. Habían recurrido a la aplicación ‘Tinder’. Dicha
aplicación te ayuda a dejar la soltería y encontrar al chico o chica indicada.
Menuda forma de encontrar pareja. Sin embargo, Danna corrió con demasiada
suerte y aquel chico con el que hablaba en Tinder estudiaba en la misma
universidad que ella y bueno, lo otro es historia.
— Joder, De seguro Danna lleva todos sus
ahorros a la fuente de los deseos.
— Suerte cualquiera la tiene. — dije
soltando una pequeña risita.
— Creo que recurriré a su técnica y
descargaré la aplicación. Quien sabe, tal vez y consiga a mi chica perfecta.
—Las pupilas de Josh se iluminaron al instante.
— Ya. ¿Confiarás en eso? Vamos, que es
posible que termines hablando con un pervertido o pervertida o peor aún; un
secuestrador.
— Tranquila Abbi. — intervino Nerina al
percibir mi preocupación — tenemos una prueba viviente que no siempre sucede
eso.
— Danna corrió con suerte — expliqué —.
Pero digamos que es una en un millón cada cien años y en esta ocasión le tocó a
ella. No confiemos en eso.
— Pero Abbie, ¿serías capaz de rechazar a
un hombre tan guapo como el novio de Danna?
— Y barbón — aclaró Josh.
— Exacto, nunca rechaces a un barbón. Es
como… como rechazar un millón de euros.
Reí ante el análisis que habían hecho. En
esta ocasión estaba de acuerdo con ellos. No tendría el valor de rechazar a un
barbón y después de conocer al novio de Danna estaba segura que si me pidiera
ser su novia ni lo pensaba dos veces, jolines, ni siquiera iba a dejar que
terminara de hablar. Los barbones son debilidad de Abigail.
— Bueno, pero mientras tendrán que
acompañarme a realizar mi investigación. — dije — me falta poco y necesito
seguir redactando.
— Cuenta con nosotros. Pero con una
condición. — entrecerró los ojos Josh.
— ¿Cuál es esa condición? Lo siento no
te presentaré a mi compañera de francés.
Josh negó y esbozó una sonrisa maliciosa.
Cuando él hacia eso no auguraba nada bueno para mí.
— Tendrás que descargar esa aplicación
y conseguirte un novio. Guapa que estás más sola que una aguja en un desierto.
*
* *
Revisé por tercera ocasión la dirección que
Nerina me había escrito en un pedazo de papel. Josh había encontrado una ganga
de ropa cerca del zócalo pero si no me apresuraba a realizar la entrevista
sería chica muerta. Necesitaba entrevistar a tres dueños de una librería o a
alguien que tuviera conocimientos e información del lugar. Llevaba días
tratando de obtener la información, esperaba que en este lugar no me corrieran
casi a patadas como la última vez; nunca imaginé que la chica que me atendió
era la novia del dueño y era una celópata compulsiva.
Entré y un chico de estatura mediana con una
sonrisa en el rostro me preguntó si buscaba un libro en especial. Negué y me
acerqué con timidez pero esbozando una sonrisa, de esa forma la información
sería más fácil de obtener si veían simpatía de mi parte.
— ¿Entonces, sí buscas un libro en especial? —
preguntó por segunda vez pero ahora con un tono de voz de más confianza.
— No, bueno… — mostré mi credencial de la
universidad — me llamo Abigail Torres, estoy haciendo una investigación sobre
la literatura en Madrid y el uso de bibliotecas y librerías entre los jóvenes.
— mi mandíbula temblaba, las palabras salían con torpeza y necesitaba a Nerina
y Josh junto a mí para que hablaran cuando yo ya no pudiera. — ¿Es posible que
hablara con el dueño?
— ¡Vaya! — Se cruzó de brazos un chico de
estatura mediana y delgado. Mis mejillas se sonrosaron al instante,
definitivamente no le negaría una sonrisa a un chico con barba. — has venido el
día equivocado. — explicó — el jefazo no viene hoy.
— Entonces… ¿ustedes me podrían ayudar? — pregunté
preocupada, necesitaba la información hoy.
El chico con barba se encogió de hombros
ignorándome como si eso lo hiciera con frecuencia. Sin embargo, el otro chico
asintió todavía con su sonrisa en el rostro.
— ¿Entre sus cliente, los adolescentes son el
porcentaje mayor?
— Por supuesto. — intervino de nuevo el chico
barbón — los adolescentes de ahora sólo vienen a comprar libros de vampiros y
de hombres que las maltraten para sentir placer. Joder si alguien me dijera que
de esa forma ganan dinero fácil sería escritor de novelas sin contenido.
¡Será chulo! Fruncí el ceño. ¿Quién se creía para
hablar así de los libros? Me gustaba leer diferentes autores, pero confesaba
que el género juvenil me encantaba y no eran novelas sin contenido.
Ahora era yo quien lo ignoraba y esperé a la
contestación del otro trabajador que por cierto se comportó muy bien y para
nada patán como su compañero. ¿Sólo por trabajar aquí se creía con el derecho
de opinar sin fundamentos?
— Muchas gracias por la información. Un último
favor ¿Crees que pueda tomar unas cuantas fotos al lugar?
— No hay problema, hazlo. — Volvió a sonreír.
Agradecí y miré con recelo al otro chico que
estaba leyendo una revista de política.
Capturé las diferentes áreas de la librería. Con
cada fotos terminaba maravillada del lugar. Poética, no sólo era librería
también una biblioteca y una cafetería; ¿Cómo es posible que no conociera la
existencia de este paraíso?
Subí al siguiente nivel de la librería. Seguí
tomando fotos a cada rincón, a la estructura y a sus diversas secciones de
libros. No me importaba no tener un motivo, pero regresaría sólo para admirar
el ingenio de la construcción del lugar. El suelo de madera rechinaba con mi
paso y mi sonrisa aparecía. Acerqué la cámara a mi rostro para capturar las
últimas imágenes e ir corriendo a casa a seguir escribiendo el reportaje.
Sentía que el tiempo me estaba comiendo, no llevaba ni siquiera el mínimo de
hojas requeridas.
Estaba por oprimir el botón para la foto cuando
una voz ronca me detuvo. Un chico me había quitado el momento exacto. Si era el
empleado amargado con la vida y los libros ahora sí no me tocaría el corazón
para decirle lo grosero que es. Me di vuelta todavía con la cámara cerca de mi
rostro. Bajé la mirada junto con la cámara a su mano que sostenía un libro.
Regresé la mirada a su rostro. Bajé la cámara.
— ¿Qué te ocurre? — espetó enojado.
— ¿Disculpa? — pregunté confundida. Alcé una
ceja.
— ¿Acaso te pasas tu vida lastimando libros?
Ellos también sufren, a comparación de los humanos, las heridas de los libros
son permanentes. — colocó el libro frente a mí cubriendo su rostro. — Ten
cuidado cuando camines para que no te lleves de corbata a inocentes. — bajó la
mirada hacia mi cámara. — bueno, que puedo pedir de alguien que no sabe ni siquiera
escoger una buena cámara. ¿Estás buscando el libro de cincuenta sombras? Porque
está en la parte de abajo. De nada, ya puedes bajar.
— ¿Disculpa? — volví a preguntar ofendida.
— ¿No sabes decir otra palabra acaso? Eso te
sucede por leer cin…
— Eres un grosero. No estoy pidiendo tu opinión
sobre cámaras y déjame decirte que la Nikon es una maravilla y…
— Eso lo dicen las chicas burguesas como tú.
— ¿Bur qué? —pregunté con desesperación. Fruncí
el ceño confundida de lo que decía.
— Sí. Chicas que sólo estiran la mano para que le
brinden todo sus padres. Sólo una chica burguesa como tú pediría una Nikon y
gastaría dinero en una basura como lo es esa cámara. En fin, típico de una
burguesa.
— Jolines contigo, ¿Y tú quien eres para creerte
saber de cámaras?
— Alguien que ha utilizado con un buen propósito
las cámaras y no compraría una Nikon.
Desvié enojada la mirada, no quería ni siquiera
verlo. Subí lo mínimo y me percaté de su playera. Vaya, otro empleado de
Poética, eso quiere decir que era igual de antipático y déspota como el barbón.
— Entonces ¿Vas a comprar cincuenta sombras?
— Jódete.
Bajé con grandes zancadas escuchando el rechinar
de las tablas de madera con cada paso que daba. Al llegar a cajas mostré una
sonrisa forzada al único chico que se portó amable y salí echando humo. Serán
chulos los de esa librería. Cojonudos joder, grandes cojonudos.
*
* *
— ¿Le dijiste que se jodiera? — preguntó
explotando de risa Josh.
— ¿Desde cuando eres tan groserilla, Abbie? —
secundó Nerina sin poder aguantarse la risa.
— Me ha salido lo asturiana. Pero es que… son
unos capullos los dos. ¿Qué se creen? ¿Qué por trabajar ahí se pueden dar el
gusto de insultar a quien sea? Además… ¡Ay! — grité enojada. — lo bueno es que
conseguí la información, así que nunca volveré a pararme en esa librería. Muy
hermosa pero con empleados patanes.
— ¿Has descargado la aplicación?
— No quiero, además me siento bien estando
soltera.
Josh negó varias veces. Nerina palmó mi hombro y
en cuanto me distraje corrió junto con Josh y mi celular. No correría, ellos
siempre se salían con la suya y aunque estando sola eliminara la aplicación, al
día siguiente la volverían a descargar. Lo mejor en estos casos es unirte en
vez de ir contra la corriente, quizá no sea tan malo Tinder.
*
* *
Terminé la quinta hoja de la investigación. Eran
las siete treinta y cuatro de la noche y moría de hambre. Mañana me despertaría
a las siete, con el ritmo que iba no conseguiría terminar una hoja más.
— En fin de semana… — me repetía. Tenía tiempo para
acabarlo pero no quería ocupar mi descanso con algo que tendría que estar ya
listo. — una última hoja más… quizá dos, o a lo mejor…
Escuché la vibración del teléfono. Lo desbloqueé
y vi una notificación de Tinder en toda la pantalla. Mi foto junto con la de un
chico de playera gris con gorro y sosteniendo una cámara. Según la aplicación
teníamos compatibilidad. Fruncí el ceño ¿En estas situaciones que se hace? No
era lo mismo como si te agregaran a Facebook. De repente un mensaje del chico
llegó. ¡Joder! Necesitaba ayuda.
“Hola”
¿Qué podía contestar a un hola? ¿Hola? Pero es
muy simple y pueda parecer grosero de mi parte sólo cuatro letras. Pero… él
hizo eso. ¿Lo consideré descortés?
“Hola (:”
Un emoticón ayudaría para no mostrarme tan
frívola, aunque no entiendo como un paréntesis y dos puntos puedan expresar
algo.
“¿Te has unido a todo esto por gusto?”
Su segundo mensaje me dejaba peor que el primero.
¿Por qué me había unido a Tinder? Por pagar un favor a un amigo y haber dejado
que secuestraran mi celular.
“Por curiosidad. Creo que siempre hay
una curiosidad en todo lo que hacemos.”
Mandé el mensaje y dejé descansar el celular a un
lado de la computadora mientras me levantaba por algo de cenar. La noche iba a
ser larga sino me apuraba a terminar el proyecto, no quería tener acumulado el
trabajo en fin de semana.
Cuando regresé con un sándwich a medio morder y
una taza con café, observé el celular vibrar varias veces y el pequeño y
diminuto foco en al parte superior parpadeaba de color verde. Desbloqueé el
aparato y vi dos mensajes del chico de Tinder.
“Me agrada tu respuesta. ¿Cómo estás?”
“ Quizá muy cliché la pregunta, pero creo que es la mejor
forma de iniciar una conversación, ¿no lo crees?”
Esbocé una sonrisa y mordí de nuevo el sándwich.
Eran simples palabras y letras que ocupándolas otra persona es probable que no
reaccionara igual.
“Muy bien, gracias. En proceso de morir
por los trabajos, pero no es nada que no solucione con un buen sándwich de
queso y jamón.”
“Y tú, ¿Cómo estás?
No despegué la mirada de la conversación hasta
que aparecieron sus nuevos mensajes. Acabé el sándwich e ignoré por unos
minutos la taza de café y consigo el proyecto que debía de estar ya hasta
impreso.
“Un sándwich de queso y jamón siempre salvará todo. Claro,
depende de que tipo de queso hayas usado.”
“Gracias por preguntar. Estoy bien, sobreviviendo al
trabajo. ¿Eres de Madrid?
“No, soy asturiana. Estoy en Madrid por
mis estudios pero extraño mogollón mi ciudad.”
“¡Qué guay! Te entiendo. Soy catalán pero creo que muchos
odian a los catalanes :( “
Reí por su comentario. Tal vez era de las pocas
personas que ama Cataluña y más Barcelona por sus hermosas playas.
“¡Qué va! Amo Cataluña, cuando era
pequeña siempre en verano íbamos unos cuantos días a pasarla allá.”
*
* *
Doce y media de la noche y seguía hablando con el
chico Tinder. Trataba de avanzar a mi trabajo pero no podía concentrarme.
¡Concéntrate Abigail, Abarca te reprobará por no acabar el trabajo!
“La misma sociedad no permite que los jóvenes levanten la
voz, lo peor es que una gran parte de esa sociedad es la otra mitad de jóvenes
que se calla. Quiero entender a mi ciudad pero mi ciudad no nos entiende a
nosotros.”
Cerré los ojos. No resistí un minuto más
despierta.
*
* *
— Rian… ¿Quién jolines se llama Rian? — Josh se
echó a reír a carcajadas al comenzar a leer la conversación.
— ¿De dónde es? — comenzó con el interrogatorio
Nerina.
— Catalán pero no sé de qué ciudad. — contesté.
— ¿Edad? — siguió con las preguntas.
¡Rayos! Estaba tan concentrada en otras
cosas que olvidé por completo preguntar su edad.
— No lo sé, supongo que veinte como yo.
Olvidé preguntar.
— Diecinueve. — respondió Josh— Puedes
inspeccionar mejor la aplicación, guapa. Debajo de su nombre viene su edad y
permíteme darte una mala noticia, pero tu novio es menor que tú.
— No es mi novio. Apenas y sé de dónde
es.
Nerina comenzó a leer la conversación.
Frunció el ceño y soltó un bufido. Rodó los ojos y puso una mueca. ¿Había algo
raro con el chico de Tinder?
— Es un poco extraño para tener esa
edad. — dijo — pero… a pesar de no ser mis gustos, creo que no está mal. Lo
apruebo. ¿Josh? —miró a nuestro amigo.
— Necesitaría conocerlo. Comentó algo
de su trabajo ¿escolares como manualidades y no salirte de la línea al dibujar
o trabajo de hombre y con paga? — Josh se burló y por más que quiso ocultar la
risa, Nerina también soltó la carcajada.
Me encogí de hombros. Hablábamos de
otras cosas que quizá no sean importantes como política, Cataluña y su deseo de
separarse de España, etcétera. Probablemente los chicos que están en Tinder lo
último que hablarían sería de política, Cataluña o su deseo de entrar a todo
ese medio.
— No lo sé. No le pregunté.
El profesor Abarca entró al salón y
dejó caer sus papeles en el escritorio. Al verlo un hormigueo invadió mi
cuerpo. Anoche tuve que mandarle más de lo requerido y apenas pude realizar las
cinco hojas.
— Abigail, por favor acércate. — dijo
con su voz áspera y mirando las hojas que tenía frente a él.
Asentí y me levanté dejando el celular
en mi asiento. Con paso lento me acerqué y él me miró serio y podía distinguir
decepción. Me mostró mi trabajo con algunas correcciones.
— Vas bien pero ¿Por qué me has mandado
tan poco? creí que viniendo de ti estaría ya terminado el trabajo. — dijo.
— Lo siento. — me excusé, pero no había
forma de cómo hacerlo. — no todas las librerías son tan abiertas como creí.
Pero hoy prometo mandarle más información. Disculpe.
— Igual todavía hay una semana extra,
pero por favor no te duermas.
Negué. En cuanto me di la vuelta vi
como Josh y Nerina estaban juntos en mi lugar con la cabeza agachada sin dejar
que alguien más viera lo que tramaban.
— Hostias, mi celular. — musité y con
zancadas grandes me acerqué a mi lugar.
Josh trató de esconder el celular pero
era demasiado tarde. Le arrebaté el aparato y vi el motivo por lo que estaban
en esa posición. Había ya en la conversación mensajes de él y extrañamente
también míos.
“En dónde trabajas?”
“En
poética. Medio tiempo, digamos que la renta y mis alimentos no se pagarán
solos.”
“¿Dónde estudias?”
“Jolines
chica, ¿es un interrogatorio? Creo que después vendría mi turno.”
“
En la Complutense de Madrid. Ciencias políticas y sociología.”
“¿Mi
turno?
“Suéltalo. ¿Cuál es tu primera pregunta?”
“¿Dónde
estudias?”
—
¿Están locos? — mascullé para que nadie escuchara nuestra conversación. —
Creerá que soy una clase de secuestrador.
—
No, al contrario. — se defendió Nerina. — estamos inspeccionando que él no sea
el secuestrador.
—
Claro — intervino Josh — Ya sabes, un pederasta o un secuestrador; en estos
tiempos puedes encontrar eso en Tinder.
Rodé los ojos. Agarré el celular y
seguí con la conversación que ellos en contrabando habían iniciado.
“En la UEM. Periodismo”
Mandé el mensaje. Esperé unos minutos
pero no recibí contestación. El profesor Abarca comenzó con la clase y en
cuanto podía revisaba la aplicación, sin embargo, no había respuesta. Me di por
vencida y preferí guardar el teléfono, sino contestó antes no lo haría una hora
y media después.
*
* *
“En
ocasiones el mundo te cierra las puertas a lo que deseas, lo irónico de todo
esto es que es el mismo mundo que te exige que salgas de ahí. ¿Qué coño es todo
esto?”
No pude evitar reír. Quería ser
filosófico pero su forma tan sarcástica le quitaba todo lo serio. ¿De verdad
tenía esa edad o sólo lo aparentaba?
“El puñetero mundo no nos deja vivir”
“Puñetero
mundo. ¡Bien chica, eso me agrada!”
“¿Qué
es lo que te gusta leer más o menos?”
“De todo tipo, realmente no tengo un género en especial.
Puedo leer desde algo de vampiros hasta investigaciones con los que deba de
tener un diccionario a la mano. Sin embargo, los libros de ficción e
investigación podrían ser los que se encuentran más cerca de mi corazón.”
“¿Tú tienes algún género en especial? No es por criticar
pero eso de leer a alguien que le gusta ser una sumisa no es lo mío.”
“Periodismo
(: no me gustan mucho las novelas en general.”
¿Acaso
este chico era un Abigail en hombre?
“Cambiando de tema. ¿Qué me dices de los deportes?”
“Qué
amo demasiado el fútbol. ¿A ti?”
“Sería desterrada de España si no me gustara el fútbol”
“Vamos
bien. ¿Equipo?”
“Por supuesto Barcelona. Soy culé de corazón. ¿Tú también?
Eres de Cataluña.”
“Ya.
Me estabas agradando. No puedo ser culé. Espanyol de Barcelona. Siempre
perico.”
“¡Oh, no! amigo, creo que habrá problemas serios.”
“Creo
que me agradaría tener problemas.”
*
* *
— Pero mamá…
— Nada de peros, Abigail. Es tu prima y sólo
estará unos días contigo. ¿Qué malo puede ser eso?
— Estoy ocupada con los proyectos, además mi cama
es individual y ella golpea en la noche.
— Pues te aguantarás. Mañana llega, así que vas a
ir por ella a la estación de trenes.
— ¿Y si me niego?
— Bien, veremos como te administras el siguiente mes
sin euros. Es mi última palabra. — colgó.
¡Joder! ¡Joder por doble!
“Mi prima estará en la ciudad. Odio
esto.”
“¿Odias las visitas o que ella te visite?”
“Las dos cosas. Odio que me visite ella
y odio ir por ella a la estación de trenes. Joder, se conoce mejor Madrid que
yo.”
“Además hace un puñetero de frío. Creo
que me he congelado toda.”
“Ehh… ¿Aceptarías un abrazo?”
De acuerdo esto no me lo esperaba. ¿Qué debo
contestar sin verme como una chica necesitada de un abrazo?
“Qué amable de tu parte. Supongo que
sí.”
Mi corazón comenzó a palpitar con mi respuesta y
el hormigueo inició, además, una revolución de algo extraño se estaba creando
en mi estomago. ¿Habré sido muy directa? ¿Pero que puedo decir ante esa
pregunta que no sea un sí o un no?
Fue media hora en la que tardó en contestar. No
quería escribir algo más, algo dentro de mí pedía una respuesta ante mi sí.
“¿Ya ha llegado tu
prima?
Contesté y enseguida la llamada de la odiosa de
mi prima apareció. No contesté, eso significaba que estaba ya en la estación.
Apagué el celular, no quería platicar con él por el momento, sentí que iba a
revelar cosas que todavía no se debían de compartir. Abigail es una bocaza,
Abigail es una caja abierta cuando una situación la sorprende.
Nota: Prohibido la distribución parcial o total del texto.
es muy buena, continuaras? eso espero :)
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