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Unexpected Love [One-Shoot] {Parte I}

lunes, 6 de abril de 2015


S H E R L O C K   G Ó M E Z


Para ti. Tú que fuiste un espejo para mí, 
que lograste sentirme diferente, sentirme yo.

La lectura de un buen libro es un diálogo incesante en que el libro habla y el alma contesta.- André Maurois




— ¿Supieron que Danna ya es novia del chico? — preguntó con emoción en el rostro y en sus palabras, Josh.
Comentaba como si fuera la noticia del año. Danna había formalizado su relación con el chico de dos grados mayor a nosotros. Pero el impacto de la noticia no era esa, sino de la forma en la que ellos se habían conocido. Habían recurrido a la aplicación ‘Tinder’. Dicha aplicación te ayuda a dejar la soltería y encontrar al chico o chica indicada. Menuda forma de encontrar pareja. Sin embargo, Danna corrió con demasiada suerte y aquel chico con el que hablaba en Tinder estudiaba en la misma universidad que ella y bueno, lo otro es historia.
— Joder, De seguro Danna lleva todos sus ahorros a la fuente de los deseos.
— Suerte cualquiera la tiene. — dije soltando una pequeña risita.
— Creo que recurriré a su técnica y descargaré la aplicación. Quien sabe, tal vez y consiga a mi chica perfecta. —Las pupilas de Josh se iluminaron al instante.
— Ya. ¿Confiarás en eso? Vamos, que es posible que termines hablando con un pervertido o pervertida o peor aún; un secuestrador.
— Tranquila Abbi. — intervino Nerina al percibir mi preocupación — tenemos una prueba viviente que no siempre sucede eso.
— Danna corrió con suerte — expliqué —. Pero digamos que es una en un millón cada cien años y en esta ocasión le tocó a ella. No confiemos en eso.
— Pero Abbie, ¿serías capaz de rechazar a un hombre tan guapo como el novio de Danna?
— Y barbón — aclaró Josh.
— Exacto, nunca rechaces a un barbón. Es como… como rechazar un millón de euros.
Reí ante el análisis que habían hecho. En esta ocasión estaba de acuerdo con ellos. No tendría el valor de rechazar a un barbón y después de conocer al novio de Danna estaba segura que si me pidiera ser su novia ni lo pensaba dos veces, jolines, ni siquiera iba a dejar que terminara de hablar. Los barbones son debilidad de Abigail.
         — Bueno, pero mientras tendrán que acompañarme a realizar mi investigación. — dije — me falta poco y necesito seguir redactando.
         — Cuenta con nosotros. Pero con una condición. — entrecerró los ojos Josh.
         — ¿Cuál es esa condición? Lo siento no te presentaré a mi compañera de francés.
         Josh negó y esbozó una sonrisa maliciosa. Cuando él hacia eso no auguraba nada bueno para mí.
         — Tendrás que descargar esa aplicación y conseguirte un novio. Guapa que estás más sola que una aguja en un desierto.


* * *

Revisé por tercera ocasión la dirección que Nerina me había escrito en un pedazo de papel. Josh había encontrado una ganga de ropa cerca del zócalo pero si no me apresuraba a realizar la entrevista sería chica muerta. Necesitaba entrevistar a tres dueños de una librería o a alguien que tuviera conocimientos e información del lugar. Llevaba días tratando de obtener la información, esperaba que en este lugar no me corrieran casi a patadas como la última vez; nunca imaginé que la chica que me atendió era la novia del dueño y era una celópata compulsiva.
Entré y un chico de estatura mediana con una sonrisa en el rostro me preguntó si buscaba un libro en especial. Negué y me acerqué con timidez pero esbozando una sonrisa, de esa forma la información sería más fácil de obtener si veían simpatía de mi parte.
— ¿Entonces, sí buscas un libro en especial? — preguntó por segunda vez pero ahora con un tono de voz de más confianza.
— No, bueno… — mostré mi credencial de la universidad — me llamo Abigail Torres, estoy haciendo una investigación sobre la literatura en Madrid y el uso de bibliotecas y librerías entre los jóvenes. — mi mandíbula temblaba, las palabras salían con torpeza y necesitaba a Nerina y Josh junto a mí para que hablaran cuando yo ya no pudiera. — ¿Es posible que hablara con el dueño?
— ¡Vaya! — Se cruzó de brazos un chico de estatura mediana y delgado. Mis mejillas se sonrosaron al instante, definitivamente no le negaría una sonrisa a un chico con barba. — has venido el día equivocado. — explicó — el jefazo no viene hoy.
— Entonces… ¿ustedes me podrían ayudar? — pregunté preocupada, necesitaba la información hoy.
El chico con barba se encogió de hombros ignorándome como si eso lo hiciera con frecuencia. Sin embargo, el otro chico asintió todavía con su sonrisa en el rostro.
— ¿Entre sus cliente, los adolescentes son el porcentaje mayor?
— Por supuesto. — intervino de nuevo el chico barbón — los adolescentes de ahora sólo vienen a comprar libros de vampiros y de hombres que las maltraten para sentir placer. Joder si alguien me dijera que de esa forma ganan dinero fácil sería escritor de novelas sin contenido.
¡Será chulo! Fruncí el ceño. ¿Quién se creía para hablar así de los libros? Me gustaba leer diferentes autores, pero confesaba que el género juvenil me encantaba y no eran novelas sin contenido.
Ahora era yo quien lo ignoraba y esperé a la contestación del otro trabajador que por cierto se comportó muy bien y para nada patán como su compañero. ¿Sólo por trabajar aquí se creía con el derecho de opinar sin fundamentos?
— Muchas gracias por la información. Un último favor ¿Crees que pueda tomar unas cuantas fotos al lugar?
— No hay problema, hazlo. — Volvió a sonreír.
Agradecí y miré con recelo al otro chico que estaba leyendo una revista de política.
Capturé las diferentes áreas de la librería. Con cada fotos terminaba maravillada del lugar. Poética, no sólo era librería también una biblioteca y una cafetería; ¿Cómo es posible que no conociera la existencia de este paraíso?
Subí al siguiente nivel de la librería. Seguí tomando fotos a cada rincón, a la estructura y a sus diversas secciones de libros. No me importaba no tener un motivo, pero regresaría sólo para admirar el ingenio de la construcción del lugar. El suelo de madera rechinaba con mi paso y mi sonrisa aparecía. Acerqué la cámara a mi rostro para capturar las últimas imágenes e ir corriendo a casa a seguir escribiendo el reportaje. Sentía que el tiempo me estaba comiendo, no llevaba ni siquiera el mínimo de hojas requeridas.
Estaba por oprimir el botón para la foto cuando una voz ronca me detuvo. Un chico me había quitado el momento exacto. Si era el empleado amargado con la vida y los libros ahora sí no me tocaría el corazón para decirle lo grosero que es. Me di vuelta todavía con la cámara cerca de mi rostro. Bajé la mirada junto con la cámara a su mano que sostenía un libro. Regresé la mirada a su rostro. Bajé la cámara.
— ¿Qué te ocurre? — espetó enojado.
— ¿Disculpa? — pregunté confundida. Alcé una ceja.
— ¿Acaso te pasas tu vida lastimando libros? Ellos también sufren, a comparación de los humanos, las heridas de los libros son permanentes. — colocó el libro frente a mí cubriendo su rostro. — Ten cuidado cuando camines para que no te lleves de corbata a inocentes. — bajó la mirada hacia mi cámara. — bueno, que puedo pedir de alguien que no sabe ni siquiera escoger una buena cámara. ¿Estás buscando el libro de cincuenta sombras? Porque está en la parte de abajo. De nada, ya puedes bajar.
— ¿Disculpa? — volví a preguntar ofendida.
— ¿No sabes decir otra palabra acaso? Eso te sucede por leer cin…
— Eres un grosero. No estoy pidiendo tu opinión sobre cámaras y déjame decirte que la Nikon es una maravilla y…
— Eso lo dicen las chicas burguesas como tú.
— ¿Bur qué? —pregunté con desesperación. Fruncí el ceño confundida de lo que decía.
— Sí. Chicas que sólo estiran la mano para que le brinden todo sus padres. Sólo una chica burguesa como tú pediría una Nikon y gastaría dinero en una basura como lo es esa cámara. En fin, típico de una burguesa.
— Jolines contigo, ¿Y tú quien eres para creerte saber de cámaras?
— Alguien que ha utilizado con un buen propósito las cámaras y no compraría una Nikon.
Desvié enojada la mirada, no quería ni siquiera verlo. Subí lo mínimo y me percaté de su playera. Vaya, otro empleado de Poética, eso quiere decir que era igual de antipático y déspota como el barbón.
— Entonces ¿Vas a comprar cincuenta sombras?
— Jódete.
Bajé con grandes zancadas escuchando el rechinar de las tablas de madera con cada paso que daba. Al llegar a cajas mostré una sonrisa forzada al único chico que se portó amable y salí echando humo. Serán chulos los de esa librería. Cojonudos joder, grandes cojonudos.

* * *

— ¿Le dijiste que se jodiera? — preguntó explotando de risa Josh.
— ¿Desde cuando eres tan groserilla, Abbie? — secundó Nerina sin poder aguantarse la risa.
— Me ha salido lo asturiana. Pero es que… son unos capullos los dos. ¿Qué se creen? ¿Qué por trabajar ahí se pueden dar el gusto de insultar a quien sea? Además… ¡Ay! — grité enojada. — lo bueno es que conseguí la información, así que nunca volveré a pararme en esa librería. Muy hermosa pero con empleados patanes.
— ¿Has descargado la aplicación?
— No quiero, además me siento bien estando soltera.
Josh negó varias veces. Nerina palmó mi hombro y en cuanto me distraje corrió junto con Josh y mi celular. No correría, ellos siempre se salían con la suya y aunque estando sola eliminara la aplicación, al día siguiente la volverían a descargar. Lo mejor en estos casos es unirte en vez de ir contra la corriente, quizá no sea tan malo Tinder.

* * *

Terminé la quinta hoja de la investigación. Eran las siete treinta y cuatro de la noche y moría de hambre. Mañana me despertaría a las siete, con el ritmo que iba no conseguiría terminar una hoja más.
— En fin de semana… — me repetía. Tenía tiempo para acabarlo pero no quería ocupar mi descanso con algo que tendría que estar ya listo. — una última hoja más… quizá dos, o a lo mejor…
Escuché la vibración del teléfono. Lo desbloqueé y vi una notificación de Tinder en toda la pantalla. Mi foto junto con la de un chico de playera gris con gorro y sosteniendo una cámara. Según la aplicación teníamos compatibilidad. Fruncí el ceño ¿En estas situaciones que se hace? No era lo mismo como si te agregaran a Facebook. De repente un mensaje del chico llegó. ¡Joder! Necesitaba ayuda.

“Hola”

¿Qué podía contestar a un hola? ¿Hola? Pero es muy simple y pueda parecer grosero de mi parte sólo cuatro letras. Pero… él hizo eso. ¿Lo consideré descortés?

“Hola (:”

Un emoticón ayudaría para no mostrarme tan frívola, aunque no entiendo como un paréntesis y dos puntos puedan expresar algo.

“¿Te has unido a todo esto por gusto?”

Su segundo mensaje me dejaba peor que el primero. ¿Por qué me había unido a Tinder? Por pagar un favor a un amigo y haber dejado que secuestraran mi celular.

“Por curiosidad. Creo que siempre hay una curiosidad en todo lo que hacemos.”

Mandé el mensaje y dejé descansar el celular a un lado de la computadora mientras me levantaba por algo de cenar. La noche iba a ser larga sino me apuraba a terminar el proyecto, no quería tener acumulado el trabajo en fin de semana.
Cuando regresé con un sándwich a medio morder y una taza con café, observé el celular vibrar varias veces y el pequeño y diminuto foco en al parte superior parpadeaba de color verde. Desbloqueé el aparato y vi dos mensajes del chico de Tinder.

“Me agrada tu respuesta. ¿Cómo estás?”
“ Quizá muy cliché la pregunta, pero creo que es la mejor forma de iniciar una conversación, ¿no lo crees?”

Esbocé una sonrisa y mordí de nuevo el sándwich. Eran simples palabras y letras que ocupándolas otra persona es probable que no reaccionara igual.

“Muy bien, gracias. En proceso de morir por los trabajos, pero no es nada que no solucione con un buen sándwich de queso y jamón.”
“Y tú, ¿Cómo estás?

No despegué la mirada de la conversación hasta que aparecieron sus nuevos mensajes. Acabé el sándwich e ignoré por unos minutos la taza de café y consigo el proyecto que debía de estar ya hasta impreso.

“Un sándwich de queso y jamón siempre salvará todo. Claro, depende de que tipo de queso hayas usado.”
“Gracias por preguntar. Estoy bien, sobreviviendo al trabajo. ¿Eres de Madrid?


“No, soy asturiana. Estoy en Madrid por mis estudios pero extraño mogollón mi ciudad.”


“¡Qué guay! Te entiendo. Soy catalán pero creo que muchos odian a los catalanes :( “


Reí por su comentario. Tal vez era de las pocas personas que ama Cataluña y más Barcelona por sus hermosas playas.


“¡Qué va! Amo Cataluña, cuando era pequeña siempre en verano íbamos unos cuantos días a pasarla allá.”

* * *

Doce y media de la noche y seguía hablando con el chico Tinder. Trataba de avanzar a mi trabajo pero no podía concentrarme. ¡Concéntrate Abigail, Abarca te reprobará por no acabar el trabajo!

“La misma sociedad no permite que los jóvenes levanten la voz, lo peor es que una gran parte de esa sociedad es la otra mitad de jóvenes que se calla. Quiero entender a mi ciudad pero mi ciudad no nos entiende a nosotros.”

Cerré los ojos. No resistí un minuto más despierta.

* * *
— Rian… ¿Quién jolines se llama Rian? — Josh se echó a reír a carcajadas al comenzar a leer la conversación.
— ¿De dónde es? — comenzó con el interrogatorio Nerina.
— Catalán pero no sé de qué ciudad. — contesté.
— ¿Edad? — siguió con las preguntas.
         ¡Rayos! Estaba tan concentrada en otras cosas que olvidé por completo preguntar su edad.
         — No lo sé, supongo que veinte como yo. Olvidé preguntar.
         — Diecinueve. — respondió Josh— Puedes inspeccionar mejor la aplicación, guapa. Debajo de su nombre viene su edad y permíteme darte una mala noticia, pero tu novio es menor que tú.
         — No es mi novio. Apenas y sé de dónde es.
         Nerina comenzó a leer la conversación. Frunció el ceño y soltó un bufido. Rodó los ojos y puso una mueca. ¿Había algo raro con el chico de Tinder?
         — Es un poco extraño para tener esa edad. — dijo — pero… a pesar de no ser mis gustos, creo que no está mal. Lo apruebo. ¿Josh? —miró a nuestro amigo.
         — Necesitaría conocerlo. Comentó algo de su trabajo ¿escolares como manualidades y no salirte de la línea al dibujar o trabajo de hombre y con paga? — Josh se burló y por más que quiso ocultar la risa, Nerina también soltó la carcajada.
         Me encogí de hombros. Hablábamos de otras cosas que quizá no sean importantes como política, Cataluña y su deseo de separarse de España, etcétera. Probablemente los chicos que están en Tinder lo último que hablarían sería de política, Cataluña o su deseo de entrar a todo ese medio.
         — No lo sé. No le pregunté.
         El profesor Abarca entró al salón y dejó caer sus papeles en el escritorio. Al verlo un hormigueo invadió mi cuerpo. Anoche tuve que mandarle más de lo requerido y apenas pude realizar las cinco hojas.
         — Abigail, por favor acércate. — dijo con su voz áspera y mirando las hojas que tenía frente a él.
         Asentí y me levanté dejando el celular en mi asiento. Con paso lento me acerqué y él me miró serio y podía distinguir decepción. Me mostró mi trabajo con algunas correcciones.
         — Vas bien pero ¿Por qué me has mandado tan poco? creí que viniendo de ti estaría ya terminado el trabajo. — dijo.
         — Lo siento. — me excusé, pero no había forma de cómo hacerlo. — no todas las librerías son tan abiertas como creí. Pero hoy prometo mandarle más información. Disculpe.
         — Igual todavía hay una semana extra, pero por favor no te duermas.
         Negué. En cuanto me di la vuelta vi como Josh y Nerina estaban juntos en mi lugar con la cabeza agachada sin dejar que alguien más viera lo que tramaban.
         — Hostias, mi celular. — musité y con zancadas grandes me acerqué a mi lugar.
         Josh trató de esconder el celular pero era demasiado tarde. Le arrebaté el aparato y vi el motivo por lo que estaban en esa posición. Había ya en la conversación mensajes de él y extrañamente también míos.

“En dónde trabajas?”

“En poética. Medio tiempo, digamos que la renta y mis alimentos no se pagarán solos.”

“¿Dónde estudias?”

“Jolines chica, ¿es un interrogatorio? Creo que después vendría mi turno.”
“ En la Complutense de Madrid. Ciencias políticas y sociología.”
“¿Mi turno?
   
“Suéltalo. ¿Cuál es tu primera pregunta?”

“¿Dónde estudias?”

— ¿Están locos? — mascullé para que nadie escuchara nuestra conversación. — Creerá que soy una clase de secuestrador.
— No, al contrario. — se defendió Nerina. — estamos inspeccionando que él no sea el secuestrador.
— Claro — intervino Josh — Ya sabes, un pederasta o un secuestrador; en estos tiempos puedes encontrar eso en Tinder.
         Rodé los ojos. Agarré el celular y seguí con la conversación que ellos en contrabando habían iniciado.

“En la UEM. Periodismo”

         Mandé el mensaje. Esperé unos minutos pero no recibí contestación. El profesor Abarca comenzó con la clase y en cuanto podía revisaba la aplicación, sin embargo, no había respuesta. Me di por vencida y preferí guardar el teléfono, sino contestó antes no lo haría una hora y media después.

* * *

“En ocasiones el mundo te cierra las puertas a lo que deseas, lo irónico de todo esto es que es el mismo mundo que te exige que salgas de ahí. ¿Qué coño es todo esto?”

         No pude evitar reír. Quería ser filosófico pero su forma tan sarcástica le quitaba todo lo serio. ¿De verdad tenía esa edad o sólo lo aparentaba?

“El puñetero mundo no nos deja vivir”


“Puñetero mundo. ¡Bien chica, eso me agrada!”
“¿Qué es lo que te gusta leer más o menos?”



“De todo tipo, realmente no tengo un género en especial. Puedo leer desde algo de vampiros hasta investigaciones con los que deba de tener un diccionario a la mano. Sin embargo, los libros de ficción e investigación podrían ser los que se encuentran más cerca de mi corazón.”
“¿Tú tienes algún género en especial? No es por criticar pero eso de leer a alguien que le gusta ser una sumisa no es lo mío.”



“Periodismo (: no me gustan mucho las novelas en general.”

¿Acaso este chico era un Abigail en hombre?


“Cambiando de tema. ¿Qué me dices de los deportes?”


“Qué amo demasiado el fútbol. ¿A ti?”


“Sería desterrada de España si no me gustara el fútbol”


“Vamos bien. ¿Equipo?”


“Por supuesto Barcelona. Soy culé de corazón. ¿Tú también? Eres de Cataluña.”


“Ya. Me estabas agradando. No puedo ser culé. Espanyol de Barcelona. Siempre perico.”


“¡Oh, no! amigo, creo que habrá problemas serios.”


“Creo que me agradaría tener problemas.”


* * *

— Pero mamá…
— Nada de peros, Abigail. Es tu prima y sólo estará unos días contigo. ¿Qué malo puede ser eso?
— Estoy ocupada con los proyectos, además mi cama es individual y ella golpea en la noche.
— Pues te aguantarás. Mañana llega, así que vas a ir por ella a la estación de trenes.
— ¿Y si me niego?
— Bien, veremos como te administras el siguiente mes sin euros. Es mi última palabra. — colgó.
¡Joder! ¡Joder por doble!

“Mi prima estará en la ciudad. Odio esto.”


“¿Odias las visitas o que ella te visite?”


“Las dos cosas. Odio que me visite ella y odio ir por ella a la estación de trenes. Joder, se conoce mejor Madrid que yo.”
“Además hace un puñetero de frío. Creo que me he congelado toda.”


“Ehh… ¿Aceptarías un abrazo?”


De acuerdo esto no me lo esperaba. ¿Qué debo contestar sin verme como una chica necesitada de un abrazo?

“Qué amable de tu parte. Supongo que sí.”

Mi corazón comenzó a palpitar con mi respuesta y el hormigueo inició, además, una revolución de algo extraño se estaba creando en mi estomago. ¿Habré sido muy directa? ¿Pero que puedo decir ante esa pregunta que no sea un sí o un no?
Fue media hora en la que tardó en contestar. No quería escribir algo más, algo dentro de mí pedía una respuesta ante mi sí.

“¿Ya ha llegado tu prima?

Contesté y enseguida la llamada de la odiosa de mi prima apareció. No contesté, eso significaba que estaba ya en la estación. Apagué el celular, no quería platicar con él por el momento, sentí que iba a revelar cosas que todavía no se debían de compartir. Abigail es una bocaza, Abigail es una caja abierta cuando una situación la sorprende.

Nota: Prohibido la distribución parcial o total del texto. 

2 comentarios:

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