S H E R L O C K G Ó M E Z
— ¿Puedes dejar de ver la foto de tu novio por un
momento? — Entrecerró los ojos Josh.
— No es mi novio y no estoy viendo nada. — me
defendí. — bien, sólo estaba viendo una foto y me doy cuenta que… quizá lo
conozca, pero no sé de donde.
— Tal vez en la calle, Abbi es un chico común y
corriente y no dudo que se hayan topado alguna vez.
— Ya. No discutan, Abbi está enamorada eso es
obvio.
— No estoy enamorada. No puedo enamorarme de
alguien a quien apenas conozco y nunca he visto en mi vida. Además, no son mis
gustos tampoco. Es más como… como un amigo, sí eso.
— Amigo o lo que sea, ese chico te provoca algo.
— continuó Nerina. — en fin, ¿Me acompañarían por un libro después de clases?
— Sí. — continuó Josh — Abbi —se acercó a mí — me
agrada que te guste un chico pero no te enamores, no todavía.
Me encogí de hombros. Las palabras de Josh
hicieron que mi piel se erizara.
*
* *
Me sorprendí al ver la librería a la que Nerina
necesitaba ir. ¿Enserio? ¿Poética? Vería de nuevo a esos dos capullos y no
estaba de humor para discutir con ellos nuevamente.
Entré a regañadientes. Igual que la vez anterior,
uno de los chicos y justamente el que me revolvía mis intestinos nos atendió.
El chico barbón con la sonrisa más fingida de su vida nos preguntó si
buscábamos un libro en especial.
— Buscando a Alaska. ¿Lo tienen? — preguntó Josh
Rodé los ojos cada vez que lo veía. Joder, si era
insoportable sólo su presencia. El chico barbón tecleó el nombre del libro. Si
supieran Josh y Nerina que la persona que nos estaba atendiendo me desagradaba
es posible que me acusen de pecadora por despreciar a un barbón.
— Creo que sí lo tenemos. ¡Rian, ¿Está el libro
de buscando a Alaska?!
¿Escuché bien? Levanté la mirada hacia la parte
de arriba de la librería. Un chico iba bajando las escaleras y en cuanto
cruzamos miradas comprendí todo. ¡Joder! El chico Tinder es el mismo chico
capullo con el que discutí aquel día. bajé la mirada rápidamente antes que me
reconociera. Me escondí en Josh pero él de inmediato me alejó.
— ¿Qué te pasa Abbi? ¡Chu! ¡Aléjate!
— Aquí está el libro. — dijo el chico mientras le
entregaba el libro a su compañero.
— Joder — mascullé hacia Nerina — Joder, es él.
— ¿Quién? ¡Oh por Dios, es verdad!
Parecía que él no me reconocía, no obstante, en
dos ocasiones que lo miré esbozó una sonrisa. ¿Inercia? ¿Coincidencia? Oh, no
lo creo.
— Veré si encuentro el libro que quiero. — Avisó
Nerina pero el chico barbón la detuvo.
— Antes de pasar, es necesario que dejen sus
mochilas, por favor.
Le entregué con mala gana mis cosas y caminé con
la mirada al suelo y sin fijarme en lo que estaba ocurriendo atrás de nosotras.
Nos fuimos a la sección infantil y me dejé caer en un sillón que estaba justo
en medio. ¡Joder, sí! Cuando ellos le preguntaron donde trabajaba él contestó
Poética. Ahora entendía de donde lo reconocía.
— Puedes hablarle y decirle de nuevo que se joda.
— No es gracioso Nerina. Ese chico cuando me vio
me odió y yo también lo odié, pero en la aplicación es tan… diferente.
— El amor ocasiona que cambien las personas.
— No, hostias no. Ese chico no me gusta pero…
— Tampoco te desagrada, es lógico. Vamos Abbi,
¿Qué es de malo enamorarse? Tienen tantas cosas parecidas que es posible que se
acoplen muy bien.
— Me odia.
— No te odia, quizá dijo eso aquel día porque le
agradaste y bueno, los chicos buscan la forma más extraña de llamar la
atención.
— Abbi. — la voz de Josh se escuchó en la pequeña
habitación. — ¿el chico de allá fuera no es tu novio?
Dejé caer de nuevo mi cabeza en el sillón. ¿Por
qué sentirse de esta forma era tan desesperante? No estaba enamorada, no me
atraía, no me gustaba, ni siquiera se me hacia simpático. Tal vez interesante,
quizá curioso, a lo mejor agradable.
*
* *
— Sé que debo comprar el libro pero quiero
ahorrar el dinero. — se debatió Nerina con el libro en mano. — ¿Qué harían
ustedes?
— Comprar el libro. — dijimos al unísono con
Josh.
— Mejor vámonos, no quiero tentaciones cerca.
— ¡No! — grité y ellos voltearon perplejos. —
quiero decir que… — agarré el primer libro que vi — me agrada este libro,
quiero preguntar cuanto cuesta.
— ¿Piensas comprar un libro y no sabes cuál es?
— Se ve interesante. — miré el libro por primera
vez. — me agrada, es de porteros de fútbol.
Salí de la sección de niños hacia caja. Estaba el
barbón capullo. Traté de sonreír sin mostrar todo mi desagrado hacia él.
— Hola. — coloqué el libro en la barra. — ¿Qué
precio tiene el libro?
— Estás con suerte — sonrió — está en oferta. Por
sólo 10 euros será tuyo.
— Lo quiero — dije decida, sin embargo, no estaba
segura de lo que hacía.
— Oh, ¿Puedes esperar un poco? se ha acabado el
papel para tu ticket, no tardo.
El barbón capullo se fue en busca de un poco más
de papel. En el momento que lo hizo busqué con la mirada al chico pero no
estaba en la parte de abajo. Inspeccioné arriba y justo cuando miré al frente
él estaba viéndome. Mis ojos se abrieron al par y bajé la mirada al instante.
— Listo, aquí está el papel.
Pagué y me di vuelta para buscar a los chicos, ya
quería irme, estaba pasando una gran vergüenza, quizá ya me había reconocido y
se estaba riendo de mí.
— ¿Por qué tardaron tanto? — pregunté en cuanto
los vi acercarse a mí. Estaba haciendo preguntas estúpidas y todo por el
nerviosismo.
— ¿Te sientes bien? — preguntó Josh — pide las
mochilas, Nerina se debe de ir temprano. La convencí de no com… ¿compraste el
libro?
Me encogí de hombros ¿qué podía decir cuando la
evidencia estaba frente a ellos? Le quité la ficha para pedir las mochilas. El
barbón ya no estaba y entonces quien me atendió fue alguien a quien no quería
sostenerle la mirada.
— Las mochilas por favor. — mi voz se
agudizó, sonreí con torpeza y mascullé
como si estuviera en un funeral.
Rian sonrió
y fue por las mochilas. Nerina y Josh se reían sin poder controlarse.
Brincaban como si hubiesen visto a un famoso. Rian regresó con las cosas y me
las entregó, agradecí bajando la cabeza. Salí como si me persiguiera alguien.
— Nuestra pequeña Abbi tiene novio. —se burló
Josh.
— Que no es mi novio, ¡Qué no! — farfullé.
— ¡La puerta hacia el amor! — comenzó a cantar
Nerina con brincos y vueltas.
— ¿Eso qué es? — pregunté confundida.
— Mi canción hacia ti. Cuando alguien está
enamorado se canta… ‘La puerta hacia el amor’
— No tiene lógica. Además, no estoy enamorada.
Sólo falta que se pongan a bailar y a cantar en pleno centro de Madrid.
Error. Nerina y Josh se miraron cómplices. Y sin
más, comenzaron a cantar y con coreografía. Los miré perpleja cuando Josh subió
la nota de la canción y todos los que estaban cerca lo miraron.
— ¿Cómo sabrá que la amas? ¿Cómo le muestras
cariño?
— ¿Cómo sabrá que en verdad la amas? Sí, ¿la
amas?
*
* *
— ¿Crees que deba pedir media Sandía? — pregunté
dudosa a Josh mientras veía la gigantesca Sandía en el aparador.
— Vives sola, no creo que sea necesaria tanta. A
menos que vayas a invitar a tu gran amigo a comer Sandía.
— Llevaré un cuarto. — dije decidida.
— Así que… ¿tu novio?
— Joder con lo mismo. No es mi novio, apenas
llevamos unas cuantas palabras cruzadas. Ni siquiera creo que le guste, además
parece que necesitaba un amigo o en este caso amiga con quien hablar de estos
temas, nunca hemos escrito algo más allá. Quizá tenga novia. — empujé el
carrito hacia el otro área del súper.
— Si tiene novia ¿Por qué está en Tinder?
— Porque hay chicos así. Siempre habrá algún
chico que le guste jugar y olviden por un momento que hay una chica esperando
por ellos.
*
* *
“Joder, estoy más que
cabreado… estoy indignado. ¿Puedes creer que han corrido a mi periodista
favorito?”
“
Tranquilo, encontrará pronto otro trabajo, si es muy bueno entonces no tendrá
problemas.”
“¡Oh, no! ven a
abrazarme o voy a golpear al tío que hizo todo esto. No pueden correrla.”
“Un
buen periodista en donde sea lo será.”
En estos últimos días, el despido injustificado
de aquella periodista estaba en boca de todos y eso me estaba colmando la paciencia.
¿Acaso no había otro tema mejor que eso? Sin embargo no podía decírselo, no
quería meterme en temas ajenos a mí.
“¿Por qué todo es tan injusto?”
“Porque la vida
así lo quiso, amigo”
“No
creo que sea correcto. Necesito hacer algo”
“No puedes, eres un simple mortal.”
Bien,
estaba enojada y desesperada. En la radio, televisión, prensa y ahora él
hablaban de la periodista que fue despedida injustamente. ¿No hay algún gato
que salvar de un árbol o un famoso donando a los pobres? Necesitaba otro tipo
de noticia.
“De este mundo tan injusto, lo que me
alegra es que pude conocerte.”
*
* *
“Dime
que estás viendo el partido. Estoy en el trabajo y cuando el jefazo se va puedo
poner la transmisión.”
“Claro que lo estoy viendo. Pero nada
nuevo, el Barcelona ganando como siempre”
“Le han regalado el partido a tu equipo, joder así
cualquiera gana”
“Que el espanyol no pueda no quiere
decir que le regalen el partido al Barcelona.”
No podía iniciar el sábado sin ver el
partido del Barcelona. Hubiese amado estar en el estadio apoyándolos pero la
casa necesitaba de una limpieza urgente y no tenía euros para viajar al
estadio. Dejé el celular en la cama y corrí directo a la estufa, parecía que
iba a explotar. El sonido del celular me indicó un nuevo mensaje, regresé y sin
esperar a que el sonido terminara abrí la aplicación para ver su respuesta.
“No, pues con ese jugadorazo que va de amarillo y que
tiene silbato… cualquiera gana”
“ ¿Qué harás hoy en la tarde?”
Tragué saliva. ¿Esto es una especie de
invitación, algo así como una… ¿cita? Una sonrisa apareció en mi rostro y esa
sensación en mi estomago como si fuesen mariposas comenzaba a trabajar. Las
mariposas revoloteaban y mi piel se erizaba el sólo pensar que nos
encontraríamos por primera vez y posiblemente me reconocería.
“No
lo sé, creo que no tengo nada preparado. ¿Por qué?”
“Tengo hambre, ¿te
gusta la lasaña? Estoy muy fachoso, pero si dices que sí prometo arreglarme.”
“¿Fachoso?
¿Qué tan fachoso? Yo estoy como cenicienta y no creo que me ganes.”
“Ya. Mi pantalón
está roto y tengo los tenis más sucios que encontré”
“Bueno,
digamos que la vida es tan corta como para peinarse”
“¿Hola? Yo no me he
cortado en meses el cabello”
“Vale,
tú ganas. Quizá deba de bautizarte señorito fachas”
“¿Debo de encontrar
un apodo para ti? ¿Te parece bien rulos? He visto tu imagen de perfil y tienes
un bonito cabello, además de tu sonrisa.”
Vale,
esto no lo esperaba, de hecho no esperaba recibir un apodo ni siquiera sé por
qué fui yo la que comenzó con eso es tan… cursi que las mariposas de mi
estomago en realidad eran una especie de nauseas.
“Entonces, ¿sí estás libre hoy?”
Estuve
a punto de contestar cuando la chillona voz de mi prima apareció junto con las
bolsas de compras para la comida de la tarde. Quería ignorarla y responder que
sí, que estaba libre y que quería ir con él pero fue imposible. Mi mamá venía
con mi tía y todo plan estaba cancelado.
“Parece
como si el destino no quisiera que nos conociéramos. Lo siento pero no puedo,
tengo visitas y es imposible que salgamos”
Mandé el mensaje y olvidé por todo el
día el teléfono.
*
* *
“Mi prima sigue en casa y sólo le
faltan unos días para adueñarse del lugar. No la soporto”
“Piensa que ya falta poco para que se vaya, menos días a
comparación de cuando llegó.”
“Supongo que eso me reanima. ¿Has visto
la tabla general de los equipos?”
“Sigo creyendo que es un robo, el espanyol no puede ir tan
abajo”
“Suerte para la próxima. Ja, ja, ja ¿Te
has dado cuenta que nuestros temas son tan random pero incluso así siempre
terminamos hablando de fútbol?
“Me gusta ser random contigo. Hace tiempo que no hablaba
así con alguien.”
“ Sabes, algunos culés me agradan. De hecho últimamente he
hablado mucho con una y me siento afortunado de eso. Esto no me había pasado en
mucho tiempo, ni siquiera con mi hermana. Pero me gustaría cocinarle diario.”
“A mi también me gusta ser random
contigo”
*
* *
“Buenos días rulos (:”
Leí
su pequeño mensaje una y otra vez hasta que cada letra, cada palabra y ese
pequeño emoticon se quedara clavado en mi mente muy adentro y en el fondo. Mis
mejillas se sonrosaron. Probablemente todo esto podría ser insignificante para
otros, pero para mí era un bonito detalle.
“Buenos días, señorito fachas :)”
Me
levanté para arreglarme e irme a clases. Ya llevaba veinte minutos de retraso y
si no me apuraba llegaría tarde a clases de Abarca y no podía darme ese gusto,
llevaba ya una falta y si juntaba dos reprobaba la materia.
“¿Ya
estás en clases?”
“Apenas voy, creo que llegaré tarde. Tienes a una amiga
muy ñoña”
“Al
menos ya vas a clases es lo importante, malo sería que te fueras de pinta
always”
“Nunca me he ido de pinta, además de ñoña soy becada”
“Entonces
espero ser el primero con el que te vayas de pinta.”
***
Llegué
corriendo. Mi pecho subía y bajaba por haber corrido. Abarca estaba pasando
lista y por suerte al llegar mencionó mi nombre y logré tener la asistencia.
Nerina quitó su mochila y tomé asiento. Esbocé una sonrisa y ellos de inmediato
se dieron cuenta cual era el motivo.
— No digas más... — murmuró Nerina — tu retardo
tiene nombre y apellido.
— Necesito que me hagan un favor — musité — ¿me
acompañarían al centro? Es que... Quiero comprar unas cosas que encontré allá.
– confesé. Era una mentirilla piadosa.
— Claro, después de clases vamos... —
aceptó Josh — pero es al centro, nada de libros o...
Negué con una sonrisa nerviosa.
***
— ¿Por qué te creímos? — masculló
Nerina — algo ocultabas, ¡Lo imaginé!
— Nos has mentido, nos sentimos
indignados.
— Dije que quería comprar unas cosas, por
ejemplo... Libros. – esbocé una sonrisa pero ellos me mataban con la mirada.
Antes de entrar a la librería me cercioré que
estuviera trabajando. Mis manos temblaban, me sentía tonta haciendo esto pero
era momento de encontrarnos y estaba segura que en otro momento iba a ser
imposible por cuestión de tiempo.
“¿Estás en tu trabajo?”
“Así
es, rulos. ¿Por qué?”
“¿Estás comiendo galletas?”
“No,
¿estás aquí?”
“¿Estás arreglando libros?”
“Tampoco,
¿sucede algo?”
“¿Estás en caja vendiendo libros?”
“Exacto.”
“Sigo en la universidad haciendo un
proyecto.”
“Vaya, creí que estabas aquí. Mi
corazón latía como una patata frita.”
Sonreí como seña a Nerina y Josh. Hice que ellos
pasaran primero y se dispersaron en la librería. Clavé la mirada en el celular
como si estuviera escribiendo y al entrar uno de los trabajadores me preguntó
lo mismo cuando alguien visita el lugar.
— Hola, buenas tardes. ¿Buscas algún libro en
especial?
— No, — negué y sonreí. El chico era
aquel amable trabajador que contestó mis preguntas la prima vez que visité
Poética. — sólo veré algunos libros.
— Bien,
podrías dejar tu mochila ¿por favor?
Asentí
y al darme vuelta estaba ahí observando todo con sus mejillas sonrosadas y su
mirada clavada en mí. Mi corazón comenzó a palpitar al verlo. Un señor se
encontraba comprando el libro pero parecía que no existía en ese momento. Las
mariposas que antes revoloteaban querían salir emocionadas tanto como lo estaba
yo.
Me
acerqué con timidez y le entregué mi mochila.
— Hola,
rulos. Me has engañado, guapa.
— Quería
que fuera una sorpresa.
— Y
vaya que lo fue.
El
chico barbón que nos miraba extraño como si no le agradara mi visita, quizá
estaba celoso que era un solterón amargado que odia los libros y a chicas con
proyectos de investigación.
— ¿no te interrumpo? — pregunté
preocupada. Tampoco quería causarle problemas.
— Tú nunca interrumpes. — sonrió y yo
morí en ese momento. — parece que te conozco de algún otro lugar... Pero no
recuerdo de donde...
Me encogí de hombros ¿Tenía tan mala
memoria para no recordar las dos veces que he visitado la librería? Achicó los
ojos y esbozó una sonrisa recargándose en su asiento y cruzando los brazos.
— La burguesa. Ahora entiendo de donde
te conozco. Tú viniste a maltratar libros.
— Yo no maltrato libros, aquel día fue
un accidente, además tú fuiste el grosero cuando comenzaste a decir cosas
incoherentes de mi cámara.
— Debes aceptar que una cámara Nikon es
lo peor que puedes comprar, como periodista te aseguro que no te ayudará para
nada.
— Sólo si quieres ser fotógrafo de
fiestas infantiles. — mencionó entrometiéndose el barbón capullo.
Presioné los labios ante sus
comentarios, no quería discutir con él por algo que era imposible. Conociéndome…
Abigail Torres muy pocas veces se queda callada, odia perder y quedar mal
frente a alguien y más si es frente a una persona que comenzaba a ser
importante para ella. Joder, ese barbón capullo se estaba ganando el primer
lugar en mi lista de personas que no me agradaban y curiosamente sólo estaba
él, quizá la profesora Larissa pero ella no me sacaba de quicio.
Traté de cambiar de tema pero antes de
encontrar alguno acorde para que platicáramos los dos, sus manos sostuvieron
las mías y en cuanto vi sus dedos estaban entrelazados con los míos. Pestañeé varias veces y me sentí convertirme
en gelatina. ¡Menuda forma de lograr de nuevo las mariposas en mi estomago!
— Eres muy linda.
— Pero soy una burguesa sin sentido en
cámaras.
— Bueno, lo has dicho tú.
Sonreí. Se acercó más a mi quedando
justo en frente, sus ojos café claros me penetraban con una gran intensidad que
comenzaba a sentirme incomoda, sin embargo, era una incomodidad agradable que
deseaba sentir por muchas horas más. Acerqué mi mano derecha a su rostro y él
cerró sus ojos mientras sentía mi contacto. Acaricié su piel justo donde se
encontraban sus pecas y unos simpáticos lunares. Abrió los ojos pero su sonrisa
no desapareció. Con sus manos sostuvo mis mejillas aplastándolas y jugando con
ellas como si fuera la única forma de divertirse, además mi nariz también fue
victima de su contacto al ser presionada varias veces logrando un cosquilleo
interno que en dos ocasiones me provocaron estornudar.
— ¿Me visitarás más seguido? — preguntó
con un aire de tristeza en su tono de voz.
— Posiblemente. No quiero distraerte y
que sea mi culpa que mañana estés buscando otro trabajo. — dije e hice una
pequeña mueca. — Podrías visitarme también.
— ¿Qué harás este sábado? — preguntó
entrelazando nuevamente nuestros manos.
— Creo que nada.
— Bien, entonces aparta tu mañana del
sábado para mí.
— Señorito Fachas, el sábado está
apartado para usted.
Su mano acarició mi mejilla pero la
magia que estaba logrando con ese simple y sencillo contacto desapareció cuando
Nerina y Josh entraron mostrando el reloj del teléfono, teníamos que irnos.
— Abbicienta… ya están por ser las
doce. El carruaje se convertirá en calabaza… — dijo Josh viendo la escena en la
que me encontraba con Rian.
— ¿Es acaso tu chofer? ¡Ostias, guapa…
que si eres una burguesa!
Josh fulminó con la mirada a Rian, no
le había agradado para nada el que le llamara chofer. La mirada de Josh se
clavó en mí y una sonrisa maliciosa apareció, no me venía nada bueno. ¡Oh,
cuidado Abbie!
— No, disculpa pero no soy su chofer…
aunque… ¿Tú eres Rian, cierto?
— Así es. — respondió.
— Cuéntame, Rían. ¿Cuál es tu opinión
sobre la periodista que despidieron injustamente?
Achiqué los ojos. El rostro burlón de
Josh lo decía todo. Había preguntado con la intención de hacerme enojar.
Como si le hubiesen dado cuerda, Rian
comentó su indignación ante el tema, Josh no entendía pero sólo asentía como si
le interesara.
A lo lejos vi a Nerina que me hacía
señas de irnos, asentí, era momento de retirarme. Tragué saliva, Josh se fue y
miré fijamente a Rian, era la primera vez que me sentía diferente… que me
sentía tan… Abbi.
— Me llevan… — musité
— ¿Al menos un abrazo? — preguntó.
Salió del lugar donde se encontraban,
antes de llegar hacia él miré hacia atrás pero ni Nerina y menos Josh estaban
ahí. Con paso lento me acerqué y nos fundimos en un largo, tierno y necesitado
abrazo. Su perfume se impregnó en mis fosas nasales llegando a mis recuerdos
para permanecer por siempre ahí. No quería que esto acabara, temía que mañana
ni uno recordara lo que estaba sucediendo aquí. Me alejé un poco y lo miré
fijamente a los ojos.
— Hueles bien. — dije y bajé la mirada.
— Tú también hueles muy bien.
— ¿Es un adiós? — pregunté insegura.
— Es un hasta luego. Quizá otra vez
venga alguna burguesa con su cámara Nikon en busca de algún libro. Ahí estaré
yo para ayudarla en lo que necesite.
Todo fue tan rápido que no supe como
logró terminar con todas mis emociones. En mi rostro se creó una sonrisa de
satisfacción y justo en ese momento, el tiempo se detuvo, las personas
guardaron silencio y sólo éramos él y yo. Sus labios se acercaron a los míos presionándolos
y logrando un beso de aquellos que hasta levantar el pie deseas. De aquellos
besos únicos e irrepetibles. Mi primer beso en el que siento como miles de
hormigas caminan por mi cuerpo y las mariposas golpean para ser libres.
— Nos vemos, rulos.
Nota: Prohibida la distribución parcial o total del texto.